– Melina, ¿has estudiado emprendimiento social?
– No, primero estudié Filosofía, y después cambié de rumbo hacia marketing y comunicación; he trabajado en esa área durante algunos años. Aunque no tenía nada que ver con la economía social, me ofrecí como voluntaria a varias organizaciones sin ánimo de lucro, pero no pensé que ese fuera a ser un salto profesional. La verdad es que después de seis meses de trabajo en el proyecto empecé a ser consciente de que estábamos creando una empresa social. No tenía ni idea de que eso existiera y después de leer el término en un libro dije «¡Eureka!», porque entonces me enteré de lo que estaba haciendo.
– ¿Cómo empezó Wise Greece?
– Wise Greece es fruto de la crisis. Empezó hace cinco o seis años, cuando se asociaba a Grecia con titulares del estilo: «Grexit» o «Los griegos son unos vagos». Por otro lado, Grecia es una marca potente y mundialmente conocida. No hay nadie que no conozca a algún griego o que nunca haya oído hablar de Grecia. En ese momento, me di cuenta de que los pequeños esfuerzos individuales de los productores con productos premiados y con un envoltorio atractivo empezaban a surgir con fuerza, pero como la mayor parte de la gente prestaba atención a las empresas grandes con un crecimiento mucho más rápido, estos no conseguían visibilidad. Por eso, mediante Wise Greece, queremos, por un lado, unir a todos los pequeños productores, y, por otro, ofrecer alimentos a las instituciones, orfanatos, comedores sociales y, en resumen, gente con necesidades, ya que un importante porcentaje de la población está viviendo por debajo de la línea de pobreza. Nuestro objetivo es enfrentarnos a este problema de una forma sostenible, mientras que contribuimos con el desarrollo de un sector de Grecia que necesita promoverse.
– ¿Hay algún producto que destaque, aparte de los que ya se conocen como griegos en el extranjero?
– Últimamente, han surgido muchos productos innovadores como mermeladas sin azúcar o postales que trasportan hierbas aromáticas que solo necesitan un sello para poder enviarlas a cualquier lugar del mundo. También hay productos lujosos, como aceite con virutas de oro comestible en algunos mercados, así como café griego con cáscara de naranja, bergamota o resina. Hay muchos productos que no se sabe que se producen en Grecia y la verdad es que el clima ayuda mucho a que sean de calidad. Fuera gustan mucho estos productos y ya estamos exportando a 8 países.
– ¿Cuál es el modelo social con el que trabajáis?
– El beneficio de la venta de los productos implicados en Wise Greece se convierte en comida que donamos a orfanatos, comedores sociales y tiendas de alimentación sociales. Así que, por un lado, comprando un excelente producto griego, el consumidor ayuda a que un productor griego pueda mantenerse, y, por otro, dona alimento a alguien que lo necesita. Por ahora, hemos trabajado con más de 100 productores, más de 2.500 productos se han vinculado a Wise Greece y hemos proporcionado entre 30 y 35 toneladas de alimentos a las instituciones. Los productos que donamos se compran a los productores y son siempre artículos que las instituciones necesitan sí o sí. Nuestro objetivo no es darles comida en grandes cantidades, sino donar aquellos productos que son básicos o costosos, como aceite, dulces, galletas… Además, nuestro objetivo no es donar en sí, sino solucionar un problema social emergente e invitar a participar en esa solución a quien quiera de una forma creativa. Por eso nuestro eslogan es: «fun food-social good».
– ¿Eras consciente de esto antes o te has ido dando cuenta a raíz de crear Wise Greece?
– Siempre he hecho voluntariado y he ofrecido mi ayuda a diversas instituciones, pero nunca había imaginado que una actividad como esta podría ser sostenible y viable. Y, sin embargo, sí que lo es.
– ¿Cómo son los comienzos de un proyecto social como este?
– Dejándonos los codos y trabajando un número incontable de horas, de sol a sol, y además con otro trabajo a la vez en mi caso. Hasta que tu proyecto no alcanza cierto nivel, no tienes vida personal, pero no hay otra forma de hacerlo. Además, no tienes que tener miedo a equivocarte, sobre todo al principio. Y por «principio» no me refiero al primer mes, sino a los primeros años. Cuando tu entorno te dice que esto no va a funcionar, y el primer productor, que encima tarda en llegar, insiste en que es una locura y no va a ningún lado, es normal que pienses que lo que estás haciendo no está bien hecho. Pero siempre que hagas un nuevo intento y la idea de fracasar surja en tu mente, simplemente no dejes que ese pensamiento te gane. Es importante tener claro que incluso si el negocio que has creado fracasa, durante el proceso habrás aprendido muchas cosas que no se enseñan ni en el colegio ni en la universidad.
– Nuestra generación se ha definido en varias ocasiones como una generación perdida. ¿Crees que es verdad?
– Es una generación perdida porque hemos salido de la universidad para chocarnos con una crisis que significa escasez de empleo, una gran dificultad para formar una familia y un futuro totalmente incierto. Sin embargo, lo bueno de la crisis es que ha generado una gran movilización y desarrollo del emprendimiento, porque nos hemos centrado en problemas sociales que antes no veíamos o que no nos afectaba. Pero, claro, cuando el paro y la escasez de alimentos básicos se sufre en tu casa y en tu vida personal, te ves necesariamente motivado a encontrar soluciones de forma creativa.
– ¿Has notado un cambio en la sociedad griega en los últimos años?
– Claro, por eso soy optimista. Creo que nos hemos dado cuenta de la realidad y hemos aprendido a ser más humanos. Por supuesto, tenemos un largo camino por delante, pero ya hemos empezado a andar.